martes, 29 de mayo de 2018

Cinco sentidos




El cuerpo humano tiene sentidos,
¿cuántos? No lo sé,
yo pienso que son seis
a pesar de que los entendidos digan cinco,
para mí el sentido común también cuenta
aunque sea el menos común de los sentidos.

Empecemos por la boca,
esa que, de vez en cuando,
se cierra para que no entren moscas;
la que da sabor a la vida
sin importar de qué se alimente
ni qué tipo de comida reciba;
la boca que algunos intentan callar
para que no grite las injusticias,
la que no tiene labios que sellar,
la que besa y embelesa,
la que no tiene dudas
cuando dice esta boca es mía;
boca que da sentido al gusto
aunque el gusto es casi siempre mío,
por eso tengo el gusto de presentaros al olfato,
que a veces viene tocando las narices
cuando algo le huele mal;
y las mete donde no debe
y me dice que tiene narices
y por eso hace lo que quiere,
y le da igual.

Desde un poco más arriba,
mirando de reojo,
a la nariz le contempla la vista;
que le echa un ojo siempre que se queja,
y le dice... esto no huele bien...
porque ojos que no ven...
corazón que se encoge sin poder hacer nada
cuando nos tapamos los ojos
para no ver la realidad,
y perdemos de vista la confianza en los hombres
para defender la verdad;
apenas nos queda humanidad;
y mientras, las orejas atentas
sin perderse detalle de todo lo que acontece
y aunque a veces hacen oídos sordos,
escuchan también lo que quieren,
o lo que pueden.

Y desde abajo, lejano a todos ellos,
se encuentra el sentido del tacto;
es un poco incrédulo
porque necesita tocar para creer
como aquel viejo apóstol;
pero es el que eriza la piel,
el que acaricia y despierta a los otros,
no entiende por qué le dicen
que no tiene tacto si es el que toca
y el único que lo mantiene intacto.

Todos ellos juntos
dan sentido a los sentidos;
y aunque no tenga sentido nada de lo que he dicho,
ya os advertí al principio, que el sentido común...
es el menos común de los sentidos.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Sin techo (final)




Así que decido cambiar mi recorrido,
ir en su busca a ver si lo encuentro;
finalmente lo hayo debajo de un puente
a resguardo de la intemperie.

Ahora está acompañado de otros
en su misma situación,
no me da para ayudar a todos
pero continúo con mi labor.

Lo observo desde la lejanía,
al fin sé que es un hombre
de mediana edad aunque
no sé su nacionalidad.

Al día siguiente le llevo
una bolsa con más víveres;
se lo dejo sigilosamente
entre sus enseres
cuidándome de que nadie se entere.

Cuando paso al día siguiente
lo encuentro sentado
con el cartón de leche
entre sus manos,
compartiendo lo poco que tiene
con sus nuevos hermanos;
hay que ver cuánto hemos de aprender,
cuánto menos tenemos más generosos somos,
y eso nadie lo llega a comprender.

Al cabo de unos días,
cuando pasa el mal tiempo
y comienza la primavera,
vuelve a su sitio de siempre,
a su banco y a su rutina;
y yo sigo quedando con él a mi manera,
cada mañana en la Castellana,
mientras él duerme
y yo paso, camino del trabajo.

viernes, 18 de mayo de 2018

Primavera



Primavera,
tan querida por unos
y tan odiada por otros;
yo me encuentro en el segundo grupo
deseando que llegue el otoño.

Primavera,
esa maravillosa época
en la que se desarrollan las alergias,
tiempo de estornudos,
picores y lloreras;
los meses donde el corazón se altera
y pierde la compostura,
donde las adolescentes hormonas
salen del cascarón y se revolucionan,
donde las piernas, escotes
y hombros se desnudan
y la piel como pétalos de margarita
se despoja de la invernal vestimenta,
y resucita.

Disfruten de la luz, del sol,
de los colores y del amor;
yo, mientras, sobrevivo
y aguardo el regreso
de mi otoño querido.